TIANGUIS SÍ, EN LAS CALLES NO

Por Ildefonso Peña Díaz

Tianguis proviene del vocablo náhuatl Tiyánquiztli, que quiere decir “mercado” y un “mercado”, es el agregado de transacciones para el intercambio de bienes o servicios, entre individuos o entre estos y las empresas. Sin embargo, el mercado es también el contexto social (o virtual en términos recientes) que propicia el intercambio de mercancías o servicios o infinidad de transacciones comerciales. Más aún, “mercado es el conjunto de consumidores que quieren y pueden comprar o vender un producto o servicio ofertado en un tiempo y en un lugar determinado”.

Si bien es verdad que los primeros mercados de la historia, funcionaban mediante el trueque, a la larga apareció el dinero, que podemos conceptualizar como todo activo aceptado como medio de pago, con la finalidad de facilitar transacciones comerciales. Hoy en día han surgido modernas formas de pago como las monedas digitales, que son representaciones de dinero o valor de carácter “virtual”, que tienen exactamente la misma finalidad, es decir facilitar las transacciones comerciales, ahora, sin siquiera estar presentes.

Los tianguis o mercados, son muy antiguos y han existido alrededor del mundo, con nombres, usos y costumbres diversos, por ejemplo, en algunos lugares de España se les conoce como “Zoco o mercadillos”, en los Estados de la Unión americana donde hay mucha población latina, “Flea market” (mercado de pulgas), en Costa Rica “Remates”; en Perú “Cachina”, en Chile “Feria”, “Mercenia” en Colombia, “Mercato” en Italia y “Mercado” en Venezuela, entre otros.

En México y particularmente en la época prehispánica, se hace referencia a los tianguis, en documentos tan importantes como “Las Cartas de Relación” de Hernán Cortés, “La Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España” de Bernal Díaz del Castillo, y la “Historia General de las Indias” de López de Gomara, entre otros. Los citados tianguis se establecían en ciudades importantes o muy concurridas como Tlatelolco, Xochimilco, Texcoco, Tlaxcala, Huejotzingo, Tenochtitlan, Toluca, Capulhuac y Xalatlaco en nuestra región. Sin embargo, recordemos que los tianguis se encontraban perfectamente regulados, con calles amplias para los peatones, todo tipo de mercancías organizadas por calle, e incluso jueces para impartir justicia entre compradores y comerciantes.

Atendiendo a la naturaleza de los tianguis, hay que decir que estos fueron fundamentales para el desarrollo social, económico y político hasta mediados del siglo próximo pasado, y no solo en México sino en todos los rincones del mundo, pues los bazares en el medio oriente, al igual que los mercados sobre ruedas en Italia, España, Francia o los tianguis de toda américa central, contribuyeron considerablemente al intercambio de mercancías y servicios, que solo podían ocurrir en determinados lugares y determinados días de la semana, porque lo mismo se comerciaba con productos de primera necesidad, que costosísimas joyas, telas u obras de arte, que no era posible adquirir en otros espacios.

Sin embargo, estudios muy recientes han demostrado el declive y la deformación de los tianguis modernos, arguyendo numerosas razones de peso, como el comercio de mercancías robadas, la ocupación ilícita de espacios públicos y particulares, la comisión de faltas administrativas como la ingesta de bebidas embriagantes hasta la comisión de delitos como el asalto a mano armada y el homicidio, corrupción de servidores públicos en todas las escalas,  la falta de regulación de mercancías y servicios, la altísima tasa de generación de basura, la obstaculización del trabajo de los cuerpos de emergencia y de seguridad pública, la oferta de mercancías y servicios de baja calidad, la piratería, la proliferación de fauna nociva, la escaza regulación sanitaria, e incluso el cobro de piso por parte de la delincuencia organizada.

Hoy sin miedo a equivocarme puedo afirmar, que la operación y funcionamiento de los tianguis es importante pero no vital, reconozco la eficiencia de los tianguis en el impulso económico de nuestro país, pero han dejado de ser esenciales o primarios para la existencia, como si lo fueron aun a principios del siglo XX; deben existir los tianguis, sí, pero en lugares específicamente designados para su ejercicio, regulados a cabalidad, y con jueces expresamente dedicados a ello, no se diga seguridad pública y protección civil. Donde no se entorpezcan las actividades cotidianas de un pueblo o de una ciudad, es decir donde no haya afectación a terceros.

Sí, debemos transitar a espacios públicos más limpios y ordenados, sobre todo en la américa latina, para peregrinar poco a poco del tercer, al primer mundo, porque tarde o temprano la era digital en la aldea global, terminará por absorber a los tianguis como los conoció nuestra generación, para evolucionar a un mundo virtual donde no haya ni siquiera necesidad de salir de casa para adquirir productos y servicios, como ya esta sucediendo.

Toca a nuestros gobiernos locales una tarea monumental, en esta hora de transformaciones, donde es totalmente inaplazable, poner orden en nuestra casa común, que es la patria.

 

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