“En lo oscurito”
Acuerdos sobre obras y eventos de Calimaya son aprobados sin dar a conocer los costos
Dice la Ley Orgánica Municipal, en su Artículo 30, que las sesiones de cabildo deben ser asentadas en actas, “en las cuales deberán asentarse los extractos de los acuerdos y asuntos tratados y el resultado de la votación”, y que “cada sesión se deberá contar con una versión estenográfica o videograbada que permita hacer las aclaraciones pertinentes”.
Esto significa que todo lo tratado y aprobado, que no esté clasificado legalmente como confidencial, debe ser de carácter público para que los gobernados vean los temas y resoluciones que se aborden en cabildo, y por supuesto, los recursos que se emplean.
Sin embargo, tal parece que, en el ayuntamiento de Calimaya presidido por Óscar “Capulina” Hernández, acomodan a conveniencia esta normativa, pues si bien se aprueban temas en cabildo, esto presumiblemente se hace a medias, puesto que nunca se aclaran los costos, ni se desglosan los gastos ni mucho menos se informa sobre los proveedores.
De esta forma, se aprueban las “propuestas” del alcalde, pero incluso para los regidores son desconocidas las fichas técnicas de obras y la información financiera. Y a lo largo de la gestión de “Capulina” esta es la constante, dejando la impresión de una gran opacidad y generando muchas dudas de cómo se manejan los dineros del municipio.
Para muestra, ejemplos recientes: la entrega de juguetes con motivo del Día de Reyes, donde se aprobó esta acción, pero sin informar cuánto se destinó para ello ni los proveedores que vendieron los juguetes al ayuntamiento.
Asimismo, se presentaron las obras que se realizarán con recursos propios para este trimestre, igualmente sin presentar las fichas técnicas de las obras ni informar costos, como lo hizo notar la cuarta regidora, Hitzel Bernal, en la sesión de cabildo 47, así como el gasto de la promulgación del Bando Municipal 2023, donde sólo se pidió aprobar “los recursos suficientes”.
Como bien le comentaron al alcalde, “recursos suficientes”, puede interpretarse como “poco” o “mucho”, dependiendo de quien lo vea. Precisamente para evitar esas vaguedades, se presenta y se expone un plan que contenga lo qué se va a hacer en cada obra o evento, cuánto va a costar y a quién se va a contratar para realizarla, ya sea empresa de servicios o de materiales.
Con esta información, los regidores tienen un criterio más amplio para emitir su voto, eso claro, si realmente representaran al pueblo y no los intereses del alcalde. Igualmente, si se informara en cabildo y se publicaran las cantidades, la gente tiene ya las herramientas para saber en qué y cómo se gastan los recursos públicos.
Sin embargo, muy sospechosamente, por no decir amañada, se aprueban las cosas en cabildo y ya en la práctica no se sabe bien a bien cómo y cuánto se ha gastado. Es lógico que, si no se elabora un presupuesto para estas obras o eventos, en la práctica se pueden hacer fraudes como elevar costos y quedarse con una parte o beneficiar a proveedores a modo. Y, aunque la autoridad municipal se quiera escudar en argumentos como que se manejan los dineros de manera correcta, bien dice el dicho, “no hagas cosas buenas que parezcan malas” porque ¿Qué tiene de malo informar sobre el destino de los recursos y las cantidades?
En otras palabras, se hacen las cosas al revés, primero se aprueba que va a haber un gasto, sin saber de cuánto, luego se realiza la obra o el evento sin que se sepa cuánto se gastó, ni en qué ni a quién se le pagó, y todo queda en “lo oscurito” y nadie sabe y nadie supo. ¿A usted, lector, le parece que esta forma de “administrar” tiene lógica?
Es así como la transparencia no es solo una palabra más en los discursos, sino que es un instrumento para rendir cuentas y también para generar confianza en la población. Pero si de algo carece la actual administración es de tener la confianza de la gente, pues basta asomarse a las redes o preguntar en la calle para ver que de pe… simo alcalde no bajan al famoso “Capulina”. Luego porqué salen cuentas resarcitorias, dinero que se debe devolver y quien termina pagando los platos rotos son los regidores que, a ciegas, autorizan los gastos.
Osvaldo García