La cruda realidad
Aparentemente las autoridades municipales se preocupan más por una fiesta que por resolver problemas de la comunidad
En el municipio de Santiago Tianguistenco, en la comunidad de Santiago Tilapa, se llevó a cabo la tradicional feria de las fiestas patronales, durante 15 días hubo música, bailes y las calles estaban coloridas. Sin embargo, mientras las autoridades locales se centraban en la organización de los festejos, los habitantes del municipio enfrentan una dura realidad que contrasta fuertemente con la alegría de las celebraciones.
Pues, algunas calles se encuentran en pésimas condiciones, espacios públicos con basura, canchas deterioradas, cables de luz sueltos con riesgo a que alguna persona pueda tener un accidente. Los vecinos de las zonas afectadas han alzado la voz en múltiples ocasiones, exigiendo soluciones, pero sus clamores parecen no haber sido escuchados.
La incongruencia es evidente; mientras el centro del municipio resplandece con luces y adornos, otras áreas del municipio están en completa oscuridad debido a las múltiples deficiencias que tienen.
Algunos vecinos alzaron la voz mediante publicaciones en redes sociales detallando que, “el presupuesto para la fiesta patronal debería destinarse a mejorar las condiciones de las comunidades más vulnerables”. A pesar de los repetidos reclamos, el gobierno municipal priorizó la celebración por encima de las necesidades urgentes de la comunidad.
La fiesta patronal, que debería de ser un momento de unión y celebración, se ha convertido en un símbolo de desconexión entre las autoridades y su gente. Los ciudadanos se preguntan hasta cuándo sus necesidades serán ignoradas, mientras ven como se derrochan recursos en eventos que no resuelven sus problemas cotidianos.
En definitiva, mientras algunos celebran, otros sufren en silencio, recordándonos que el progreso de un municipio no puede medirse solo por la grandiosidad de sus fiestas, sino por la calidad de vida de todos. Porque más allá de las festividades, el bienestar de los habitantes debería ser la verdadera celebración.
Uriel Rosales