Columna invitada

LA VIGENCIA DEL PENSAMIENTO JUARISTA

Por Ildefonso Peña Díaz

A doscientos dieciséis años de su natalicio, recordamos con gran admiración al Benemérito de las Américas porque hoy más que nunca es necesario perpetuar el temple de su carácter, su peculiar imperturbabilidad y el talento de su pensamiento. Los mexicanos somos un pueblo que reconoce su legado legislativo, su gloria de estadista y su contribución de mexicano universal. A pesar de la crítica absurda de lo que nunca fue y muchos suponen con escaso fundamento, que pudo haber sido.

Juárez, es el indígena zapoteca cuyo genio ecuménico, ascendió a presidente de México, por sus méritos indiscutibles, su temperamento sereno, su extensa cultura y su irrefutable capacidad intelectual; y por eso trascendió los lugares y los tiempos.

Benito Juárez es, sin lugar a dudas la figura ejemplar de la historia de México. Es el forjador de la conciencia nacional, cuyo nombre encarna nuestro pasado, constituye nuestro presente y personifica nuestro futuro. El ideario de Juárez, indudablemente es la columna legislativa de nuestro país, porque nos afianzó como nación soberana, a través de la reforma del Estado de Derecho.

El licenciado Benito Pablo Juárez García, pertenece a la estirpe de pensadores y políticos que trascienden a su época; su sagacidad como guardián de la constitución y las instituciones, su heroica defensa de la soberanía, su triunfo emblemático sobre el racismo ancestral, su victoria legislativa sobre el clero, su gloria sobre los ilusos e impíos conservadores, su laurel sobre la intervención francesa y el imperio de Maximiliano que encontró su patíbulo en el Cerro de las Campanas, su galardón en las leyes de reforma y su ideario de corte liberal, fustigaron a México hacia la modernidad y el fortalecimiento de una nación en ese entonces, tempranamente soberana.

Juárez al frente de los hombres de la reforma, como Melchor Ocampo, Santos Degollado, Guillermo Prieto, Sebastián Lerdo de Tejada, José María Iglesias, Manuel Doblado y José María Arteaga, aplastó el pensamiento retrógrado del clero y fundó las bases del pensamiento liberal, sin el cual no hay ni puede haber desarrollo en la sociedad, la economía ni la política. Por Juárez, germinó la democracia y el quehacer político como teoría y práctica sobre las libertades del hombre y el ciudadano, y desde luego su vocación de servicio, en el gobierno republicano, sigue siendo el prototipo de un régimen probo y leal. Por eso, es el gran ideólogo y preceptor legislativo de la nación mexicana, de la experiencia liberal, la democracia, la república y la constitución. Tanto así que en nuestro país y alrededor del mundo, existen infinidad de bustos, plazas, calles, escuelas y monumentos que perpetúan su memoria como hombre universal, como las que se encuentran en Washington D.C., Nueva York, Chicago, Houston, Cali Colombia, Sídney Australia, Guatemala, la Habana Cuba, República Dominicana, y la alegoría que hay en Santander España, solo por citar unas cuantas.

En fin, Juárez es el ciudadano humilde, que nos legó la cultura de honradez, honorabilidad, y transparencia en el gobierno; y que hoy constituyen las bases de la República moderna. Juárez fue un hombre excepcional cuyo ideario sigue vigente en esta hora de transformaciones fundamentales para nuestro país, es por ello que debemos estudiar su biografía y emular su ideario nacionalista, para que adoptemos la postura adecuada del lado correcto de la historia.

Juárez como humanista de altura universal, dejó al mundo entero hace más de 150 años una frase cuyo espíritu sigue vigente, sobre todo ahora que el mundo contempla en Europa del este una nueva guerra generada por el Tío Sam, como antes lo hizo antes en Irak, Afganistán, Vietnam, Cuba y Venezuela, solo que esta vez, el oso ruso ha despertado en garantía de su dignidad: “Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos. Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. El mundo entero debe entender la profundidad de este apotegma categórico que condensó la inteligencia de este indio zapoteca ejemplar. Apotegma válido, útil y oportuno para zanjar los conflictos internacionales y alcanzar hoy, el ideario de la paz y de la libertad.

 

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